Millones de objetos conectados a la red y entre sí. Una suma de esfuerzos digitales para un mundo mejor monitorizado, más eficiente y más cómodo. La idea detrás de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) es sencilla. Su implementación, no tanto.
Una de las grandes barreras en el camino del desarrollo de la tecnología IoT ha sido y sigue siendo la estandarización. Para que cualquier dispositivo opere de forma segura con los demás y genere datos que sean reconocibles y utilizables con facilidad es necesario que todos esos millones de objetos conectados hablen el mismo idioma. Y ahí es donde han entrado la Organización Internacional de Normalización (ISO, por sus siglas en inglés) y el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos.
Entre el entorno físico, donde están los cimientos de nuestro mundo, y el digital, donde cada vez desarrollamos más actividades, hay una especie de universo a medio camino que los une: la conectividad. Lo que empezó como una manera de poder enviar mensajes de texto entre dispositivos o hacer llamadas desde cualquier lugar del mundo se ha convertido en un nuevo universo de objetos conectados que recogen y envían datos sin cesar.
De acuerdo con los datos de Ericsson, a finales del año pasado había ya más de 14 000 millones de conexiones IoT operativas en el mundo. Casi una por cada dos personas. En 2030, si las tendencias actuales continúan, serán más de 30 000 millones, formando una red global de objetos conectados que hace tan solo unos pocos años era imposible de concebir. Según la consultora McKinsey, a finales de esta década, internet de las cosas generará más de 1,3 billones de dólares de valor económico, sobre todo, a través de la optimización de operaciones, el ehealth y el mantenimiento industrial predictivo.
Para que todo esto se cumpla, claro, hay que avanzar en la estandarización. Los objetos conectados generan grandes volúmenes de datos. Información que debe gestionarse, procesarse, transferirse y almacenarse de forma segura. Para que pueda exprimirse todo el potencial de esta revolución IoT, los dispositivos y las aplicaciones que generan y utilizan estos datos deben basarse en protocolos y lenguajes universales.
El primer gran paso en la búsqueda de este lenguaje universal llegó en 2018, con la publicación de la norma ISO/IEC 30141. Desde entonces, la familia ha ido creciendo, tanto de la mano de la Organización Internacional de Normalización (ISO) como del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE, por sus siglas en inglés).
El 5 de noviembre de 2018, la ISO y la Comisión Electrotécnica Internacional publicaron la norma ISO 30141, el primer estándar IoT, bajo la denominación de Internet de las Cosas – Arquitectura de Referencia. Como su propio nombre indica, recoge un modelo estandarizado de arquitectura IoT, con diseños reutilizables y las mejores prácticas de la industria.
El objetivo de este estándar es proporcionar un marco de trabajo común para diseñadores y desarrolladores de aplicaciones IoT. Esta norma debe facilitar el desarrollo de sistemas fiables, seguros, que respetan la privacidad y que pueden soportar eventos disruptivos imprevistos. Así, a su vez, este primer estándar ha dado lugar a un amplio abanico de normas ISO para reforzar estos principios:
- ISO/IEC 27400 e ISO/IEC 27402. Ambas normas detallan los principios y las funciones de seguridad y privacidad de internet de las cosas, si bien la segunda está orientada a los entornos de domótica.
- ISO/IEC 30149. Este estándar señala una metodología común para implementar y mantener la fiabilidad de los servicios y los sistemas IoT.
- ISO/IEC 30161-1. En esta norma se detallan los requisitos para una plataforma de intercambio de datos de internet de las cosas.
- ISO/IEC 30165. Por último, esta norma recoge aspectos de todas las anteriores, pero se centra en crear una guía para implementar sistemas IoT en tiempo real.
La interoperabilidad es uno de los grandes retos del panorama IoT. La ISO ha creado también una serie de normas para facilitar el intercambio a gran escala de información entre sistemas IoT y evitar así que estos funcionen como silos aislados. La llamada ISO/IEC 21823, de interoperabilidad para sistemas IoT, se divide en tres partes. La primera desarrolla un marco de trabajo para la interoperabilidad, la segunda se centra en los requisitos y la tercera, en el intercambio de datos entre sistemas de internet de las cosas.
Además de las normas ISO, el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos también cuenta con una serie de estándares definidos muy a tener en cuenta a la hora de desarrollar sistemas IoT.
- IEEE P1912. No está pensado en exclusiva para internet de las cosas, pero este estándar define la arquitectura de privacidad y seguridad de todos los dispositivos inalámbricos de consumo.
- IEEE 1451-99. Esta norma detalla un método para la interoperabilidad y la seguridad del envío de datos en una red IoT, donde cualquier sensor o dispositivo pueda operar entre sí sea cual sea la tecnología de comunicación subyacente.
- IEEE P2413. Por último, este estándar define también una arquitectura IoT para algunos de los sectores donde la interoperabilidad es crítica, como el de la movilidad o el de la salud.
Poco a poco, se sigue avanzando en el terreno de la estandarización de internet de las cosas. El objetivo es que cualquier dispositivo o sistema pueda operar de forma segura y eficiente con los demás, sea cual sea su tecnología o sistema de comunicación. Es decir, lograr que todos hablen el mismo idioma, como ya sucede hoy con otras tecnologías de telecomunicaciones.